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Ganadores

“La mejor recompensa es que logramos salvar unas cuantas vidas”

“La mejor recompensa es que logramos salvar unas cuantas vidas”

septiembre 09, 2014

Airam Fernández, es una de las periodistas que hizo parte del equipo del diario Últimas Noticias que produjo el especial multimedia “Pinchanalgas al garete”, que resultó ganador del Premio Roche de periodismo en salud en la categoría Internet. Los demás integrantes del equipo fueron Tamoa Calzadilla, Jesús Alberto Yajure y Laura Weffer.

Este trabajo de investigación aborda los casos de mujeres que han muerto o han sufrido graves complicaciones de salud a causa de inyectarse biopolímeros para aumentar el tamaño de sus glúteos. Durante dos meses, bajo la técnica de inmersión, el equipo periodístico develó este problema de salud pública y reveló la existencia de consultorios clandestinos y condiciones de baja calidad a las que se exponían los pacientes por los bajos costos de los procedimientos.

En esta entrevista, Airam Fernández nos comparte cómo fue el proceso para lograr este trabajo que el jurado considero de “originalidad superior” y del que destacó el uso de nuevas narrativas y la integración de esas herramientas en una estructura innovadora y atractiva para el lector-usuario.

¿Cómo llegaron al tema y por qué consideraron que era interesante abordarlo?

Principalmente porque empezamos a ver noticias de muertes por cirugías estéticas o procedimientos mínimos de este tipo, con mayor frecuencia en las páginas de nuestros periódicos. Ya había estallado el escándalo de las prótesis mamarias PIP que se regó por Francia, Estados Unidos y toda Latinoamérica y obviamente un país como Venezuela, en el que las cirugías plásticas tienen gran acogida entre las mujeres, no se quedó atrás. Al principio, cuando comenzamos a investigar, creímos que el asunto podría venir por ahí, por el tema de las prótesis mamarias. Pero resulta que no: cuando avanzamos con el arqueo nos dimos cuenta de que la mayoría de las muertes en el país eran a causa de inyecciones con biopolímeros y ahí lo entendimos: una vez que el Ministerio de Salud prohíbe la aplicación y uso de estas sustancias por su alta peligrosidad (finales de 2011), surge un mercado clandestino en donde algunos, sin ser médicos cirujanos, se dedicaron a atender la demanda de mujeres que querían aumentar sus glúteos y que creyeron que inyectándose estas sustancias no les iba a pasar nada.

¿Cómo planearon el enfoque y la estructura de la historia?

Una vez que identificamos el ángulo principal de la historia que queríamos contar, decidimos buscar al menos cinco lugares clandestinos en donde hicieran estos procedimientos. Eso nos tomó tres meses, ubicar los lugares precisos, porque al principio nos topamos con varios sitios en una sola zona de Caracas (el centro) y lo difícil fue tener una muestra de toda la ciudad. Cuando lo logramos y cuando tuvimos todos los testimonios con los responsables de estos locales, con los médicos que nos asistieron para entender el fenómeno y su gravedad, y con las afectadas que mucho nos ayudaron a construir el trabajo, elegimos a una protagonista: una chica que afortunadamente no murió pero que todavía padece las consecuencias de las inyecciones. Gracias a ella llegamos a uno de los sitios que señalamos en el reportaje y con eso enlazamos ambos relatos, el de la víctima y el de los victimarios

¿Qué valores éticos guiaron la realización de esta historia?

Al terminar la fase de investigación y evaluar el montón de material, historias, testimonios y la gran cantidad de información comprometedora y delicada recolectada, tuvimos una discusión ética sobre cómo lo escribiríamos. Debatimos si revelar o no los nombres de los dueños de los locales. También hubo un debate sobre si revelar o no los nombres de las afectadas. Al final decidimos que no, porque en primer lugar yo nunca me presenté como periodista, sino como paciente. De otra manera no hubiésemos podido obtener la información que requeríamos. Y ojo, esto solo lo hicimos porque se trataba de algo que atentaba contra la vida humana y porque de alguna manera queríamos hacer una denuncia argumentada. Con las chicas sí hubo total honestidad pero no quisimos exponerlas por el tema de la protección de la fuente y por lo delicado del asunto que estábamos abordando.

¿Cuál fue el mayor reto que tuvieron a la hora de desarrollar el trabajo?

Primero, el dilema ético que se presenta cuando tienes a la fuente parada frente a ti pero no puedes decirle que eres periodista. Segundo, y en mi caso particular por las tareas que me tocó hacer: tener que desnudarme de la cintura para abajo, para que me examinaran los “especialistas”.

¿Cuál fue el mayor aprendizaje periodístico que tuvieron al realizar esta historia?

En un país polarizado como Venezuela, los temas periodísticos últimamente se han encasillado en enfoques políticos. Es obvio que esto suceda en medio de tal coyuntura, pero vale la pena voltear un rato, ver más allá y darle un espacio a eso que nadie está viendo. Es difícil despegarse de la cobertura diaria, pero sin duda éste fue un trabajo que, guiado por el olfato, se convirtió en una denuncia de peso que prendió las alarmas en el sector salud. La mejor recompensa es que logramos salvar unas cuantas vidas.

¿Cuál es su visión del periodismo en salud en América Latina?

Lamentablemente, en Venezuela no estamos ni cerca de los avances y logros que han alcanzado otros países de Latinoamérica y solo por este caso puedo hablar, porque es el que conozco bien. Si bien el rol de los periodistas latinoamericanos ha sido súper importante al momento de llevar la información a las poblaciones más pobres y excluidas de sus países, por la apertura de los gobiernos –unos en mayor medida que otros- de garantizar que la atención de calidad llegue a esas poblaciones, los periodistas venezolanos no contamos con la misma suerte, pero sí con una gran responsabilidad, sobre todo en el momento actual.

A pesar de no contar con cifras ni acceso a fuentes oficiales en el sector salud –y en la mayoría de los sectores- no hemos dejado de informar sobre la crisis sanitaria que se ha agudizado en nuestro país en el último año, sobre la escasez de medicamentos y la falta de insumos médicos, sobre el deterioro incuestionable de los hospitales, o sobre las medidas que han tenido que tomar las clínicas de dejar de programar cirugías para atender emergencias, porque el inventario que queda no alcanza para atender a toda la población. Es un trabajo de hormiguita que vamos haciendo de la mano con los gremios y pacientes, para lograr que la información llegue a la mayor cantidad de gente posible.

¿Qué significa para ustedes ser ganadores del Premio Roche de Periodismo en Salud?

Un orgullo enorme y una recompensa a un trabajo al que le pusimos todo el corazón. El premio llegó en un momento muy difícil para el equipo, pues desde hace algunos meses habíamos dejado de trabajar juntos. La venta del mayor conglomerado de medios del país, antigua Cadena Capriles, ahora Grupo Últimas Noticias –donde se publicó Pinchanalgas al garete-, nos obligó a tomar caminos diferentes. Este premio fue un reconocimiento a un trabajo en equipo, que todavía celebramos, pero sobre todo fue un aliento y un empujón para seguir haciendo el periodismo que sabemos hacer, cada uno desde su trinchera.

Clic aquí para ver el trabajo.

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