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Columnistas

Creatividad y rigor para fiscalizar la salud pública en contextos autoritarios y secretistas

Creatividad y rigor para fiscalizar la salud pública en contextos autoritarios y secretistas

agosto 23, 2022

Por: Wilfredo Miranda Aburto

Sé que va a sonar más obvio que raro, pero bajo una dictadura secretista y mentirosa, como la de Daniel Ortega en Nicaragua, los periodistas realizamos periodismo de datos sin datos. No se trata solo de un gobierno que esconde cifras de salud pública, sino que las maquilla y falsea, tal cual demostramos en Divergentes con las muertes provocadas por la covid-19.

De modo que la fiscalización periodística en un contexto marcado por la criminalización del oficio, el terror y la persecución, se torna cinco veces más compleja en todos los aspectos. Creo que la mejor manera de sortear eso es mezclar creatividad con rigor.

No es que tenga una fórmula para hacer periodismo de datos y de salud en contextos autocráticos, pero quisiera exponer nuestra experiencia desenrollando la madeja que concluyó con la investigación titulada ‘Así se oculta la muerte por la covid-19 en Nicaragua’, finalista de la novena edición del Premio Roche de Periodismo en Salud.

A principios de 2020, el gobierno de Ortega tenía un historial minimizando la pandemia y perjurando que Nicaragua era el país con menor contagio y mortalidad en la región. De entrada dudamos de ello, tomando en cuenta que es una administración que ya había maquillado cifras de muertes maternas para cumplir con los Objetivos de Desarrollo del Milenio.

Sin embargo, solo teníamos entre manos un manojo de dudas, inconsistencias identificadas, una hipótesis…

Las cifras divulgadas por el Ministerio de Salud (Minsa) no tenían credibilidad, incluso para la misma Organización Panamericana de la Salud (OPS) que, en su momento, dijo que Nicaragua incumplía su obligación de reportar casos y muertes provocadas por el coronavirus.

Meses antes que la OPS se quejara de la “falta de información transparente”, nuestra primera certeza vino del reporteo que realizamos en los hospitales de Managua, atestados de enfermos y paramilitares que hostigaban a los reporteros. Recogimos decenas de testimonios de familiares que daban cuenta de cuadros clínicos de coronavirus, pero que extrañamente eran diagnosticados bajo enfermedades preexistentes en los pacientes, en mayor medida como “neumonías atípicas” y diabetes.

El alza de cuadros respiratorios llevó al Minsa –para más sospechas– a suspender la publicación de su boletín epidemiológico mensual. Luego vinieron las centenas de muertes, entierros exprés de madrugada, bajo el estricto protocolo de covid-19, que nos generó más suspicacias.

Los familiares se quejaban de que no les dejaban velar a sus muertos y compartían la misma interrogante: ¿Por qué si las muertes eran por diabetes, neumonía o choques sépticos, ordenaban enterrar a los familiares sin presencia de seres queridos y en un plazo no mayor a dos horas? El gran dilema es que como periodistas teníamos claros un ocultamiento, pero otra historia era probarlo y entender su dimensión.

Por esos días, un grupo de hackers de Anonymous filtró una base de datos del Minsa que exponía la cantidad de pruebas PCR realizadas a los pacientes a nivel nacional, con sus respectivos resultados. De entrada, la información revelaba que se habían practicado un número de pruebas nunca reportado por el gobierno, de modo que el número de positivos era mayor al conteo oficial. Parte de la hipótesis de ocultamiento se probaba a nivel de contagios, pero eso no decía nada sobre la cantidad de muertos, que es lo que más alarmaba por los entierros masivos.

Entramos en un impasse porque las cifras no ofrecían datos de mortalidad. ¿Cómo hacer para terminar de responder la otra hipótesis de mortalidad en el aire? La respuesta apareció donde aparecen todas las buenas respuestas que el periodismo da: en la calle, haciendo reportería. Cuando entrevistamos a los familiares que se quejaban por los entierros bajo protocolo covid-19, la mayoría nos mostraban las actas de defunción que consignaban las muertes bajo otras enfermedades. ¡Eso era!

Empezamos a recolectar actas de defunción y conseguimos un nuevo elemento para triangular la data del Minsa. Filtramos todos los nombres de los fallecidos bajo otras supuestas patologías y encontramos que les habían realizado pruebas PCR, cuyos resultados arrojaron resultados positivos, incluso hasta en dos ocasiones. Este ejercicio de cruce de datos permitió ver más allá y contrastar más información recabada con fuentes científicas, médicos de hospitales públicos y privados para armar una historia que revelaba algo escandaloso: la ocultación de las muertes por coronavirus en Nicaragua.

Ahora que uno hace un ejercicio retrospectivo, leer esto puede resultar un camino periodístico obvio a tomar. Sin embargo, cuando esto ocurre en una dictadura represiva, que infunde terror en los ciudadanos para no denunciar, y cuando los médicos recibieron una orden de falsear las actas de defunción y no entregarlas a los familiares en varios casos, hilvanar estos cabos resulta una tarea de rigor para contrastar y de creatividad para hurgar en la oscuridad.

La experiencia con este cubrimiento periodístico nos dejó grandes lecciones:

Ir más allá, incluso en los momentos más definitivos de la reportería, como la filtración de la data del Minsa.

No caer en la tentación de la inmediatez cuando quedan dudas sueltas.

Ejercer el periodismo como la radiografía más completa posible en un sistema que propicia y puja por ocultar información valiosa para la gente.

Reportear siguiendo un método para identificar patrones.

Cruzar datos con todas las fuentes disponibles para obtener una pieza periodística integral, reveladora y útil para la ciudadanía en países como Nicaragua, donde la salud pública es dirigida por funcionarios que anteponen la sumisión y fanatismo partidario a la ciencia y el bien común.

Si bien el secretismo orteguista aún no permite conocer el impacto real de la mortalidad de la pandemia de coronavirus, al menos nuestra investigación convirtió una duda, una hipótesis, en certeza. En una prueba de la negligencia y el engaño.

Sobre el Premio Roche

El Premio Roche de Periodismo en Salud es una iniciativa de Roche América Latina, con la Secretaría Técnica de la Fundación Gabo, que busca reconocer la excelencia y estimular la cobertura periodística de calidad sobre temas de salud y ciencia en América Latina, integrando miradas desde lo sanitario, económico, político, social, entre otras áreas de investigación en el periodismo.

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